3 de septiembre de 2011

Trenes rigurosamente vigilados

Rápidamente me di cuenta de que nada en este verano iba salir según lo previsto, así que alteré todos los planes y en lugar de Proust opté por la pila de números atrasados del ¡Hola!. Y en esas andaba hasta que, vía Maite, llegó a mis manos una pequeña alegría llamada Trenes rigurosamente vigilados. Novelita poeticómica y con tintes surrealistas a la centroeuropea en la que el joven Milos, controlador de trenes en la Chequia ocupada por los nazis, nos cuenta sus esfuerzos por convertirse en un hombre de verdad.



 Además de trenes, también encontraremos en esta novela héroes, nieve, palomas, dolor y mujeres de nombres sugerentes y cálidos como la telegrafista Zdenka, que en una noche de poco trabajo se dejó estampar los sellos de la estación en el culo con gran revuelo de las autoridades.  En otro orden de cosas, ¿he dicho ya que la novela era corta? Es una cualidad que encuentro francamente estupenda tanto en libros como en películas, y más en verano. En el primer caso, permite transportar el libro cómodamente y leerlo en cualquier postura, y en el segundo, permite no morir congelado en un cine... lo cual me recuerda que la primera vez que oí hablar de Trenes rigurosamente vigilados fue por la película, que un amigo me puso por las nubes. La cinta, también checa y rodada en un nostálgico blanco y negro, ganó un Oscar a la mejor película extranjera en el año 1968. Y me quedo yo pensando en cuántas pelis conocidas (o  menos conocidas pero que han tenido sus minutillos de gloria) se han basado en estupendas novelas que están  perfectamente  olvidadas y desaparecidas de las librerías...


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