Se llama Ibn Al Rabin. Lo conocí en ese paraíso del comer y el beber que es el festival de novela negra de Frontignan, donde entre vino blanco, ostras y mejillones a la brasa, el cómic tiene su merecido y justo protagonismo. Él era uno de los invitados de la edición de este año y nos esperábamos a alguien de aspecto tirando a moruno, claro.
Pero resulta que Ibn Al Rabin (que Alá le dé muchos éxitos) es rubio y suizo, y ahora que lo pienso, su nombre va en la línea de sus historias, que juegan a la sorpresa y al despiste, a dar una vuelta de tuerca a objetos, a clichés y a situaciones cotidianas. La otra bandera de Ibn Al Rabin es la economía de medios. Blanco y negro, casi siempre, y trazo minimalista para historietas que se sostienen en la pasmosa expresividad de unos "monigotes" ultraesquemáticos. Simpleza absoluta para historias bastante retorcidas.
Éditions Atrabile acaba de publicar un volumen recopilando toda su trayectoria con el título de Timides tentatives de finir tous nus (Tímidos intentos de acabar todos desnudos), toda una alegre declaración de principios de este polifacético, prolífico y atípico contador de historias.