4 de diciembre de 2011

Títulos felices para libros felices

Gracias a Elena llegó a mis manos La felicidad de los pececillos (Acantilado). Una recopilación de crónicas donde Simon Leys nos deleita con anécdotas y reflexiones sobre la literatura, el arte y la vida misma. Y me ha encantado cómo el título precede al contenido, tan ligero y gracioso como los movimientos de un pez el agua. Uno de esos libros, como me dijo un librero una vez, que te hacen amar la vida.


Que un título cause tan buen rollo a la par que resume acertadamente lo que vas a leer no es cosa fácil. El arte de titular requiere evocación, síntesis y un poquito de sentido comercial, cosa que algunos autores se pasan por el forro para desgracia de sus editores. Un mal título puede hacer que una buena novela pase desapercibida, mientras que uno adecuado puede hacerla memorable. Otros, simplemente, están ahí, discretos, acompañando a novelas tan enormes que da igual cómo se llamen. Solo una cosa es segura, y es que no hay libro sin título, así que mi legión de seguidores podrá aportar sin duda algún ejemplo de título que les fulminó en una librería y les obligó a pasar por caja o de títulos infectos que escondían novelas potables, o bien de títulos simpáticos para bodrios inmensos.  1, 2, 3, responda otra vez. 

12 de noviembre de 2011

Un paseo por el lado salvaje del cerebro

 Me he hartado y me hartaré de recomendarlo. Se titula El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (Anagrama), y es uno de esos escasos libros capaces de enganchar desde ratas de biblioteca hasta suscriptores del Marca. Bueno, quizá a estos últimos no, pero en todo caso los relatos clínicos de Oliver Sacks tienen la cualidad de gustar a lectores (e incluso no lectores) de todo pelaje. Basta con acercarse con un poquito de curiosidad y los pacientes del doctor Sacks y sus extrañas enfermedades neurológicas ponen el resto.
Para que se hagan una idea, el relato que da título al libro trata sobre un hombre que sufre prosopagnosia. Traducido al cristiano, significa que el cerebro de este hombre es capaz de ver, oír, sentir y razonar perfectamente pero no puede establecer relaciones y emitir juicios personales. Este buen señor podía iniciar conversaciones con pomos de puertas, acariciar las cabecitas de las bocas de incendios o bien agarrar a su mujer por las orejas e intentar ponérsela en la cabeza. ¿Jevimetal o no?.
Pues bien, no digan que no les avisé. Oliver Sacks engancha, pero quizá les dé un poquito de insomnio y les haga preguntarse en qué oscuro plieguecillo de nuestra cabezota se fabrica eso que llamamos alma, memoria, conciencia y realidad. Vértigo total y diversión asegurada.  

4 de noviembre de 2011

Mucha muerte

Max Aub es uno de esos escritores no lo suficientemente conocidos pero sí lo bastante fundamentales. Su pasión por el microrrelato, sumada a su negro humor hispano-mexicano dio lugar a los famosos Crímenes ejemplares, negrísimos asesinatos narrados con una ejemplar economía de medios, un ejercicio de fina ingeniería palabrística que divierte tanto por lo que dice (poco) como por lo que no dice y queda sugerido (mucho). La bella y exuberante edición de Cuadernos del Vigía que presentamos aquí, rebautizada con el nombre de Mucha muerte, ha rescatado alguno de los crímenes ejemplares que aún permanecían inéditos y lo ha hecho así de bien

Y para muestra del genio de Max Aub, un botoncito:
“¿Ustedes no han tenido nunca ganas de asesinar a un vendedor de lotería, cuando se ponen pesados, pegajosos, suplicantes? Yo lo hice en nombre de todos.”
“¡Que se declare en huelga ahora!”
“Lo maté porque estaba seguro de que nadie me veía.”
“Lo maté porque era de Vinaroz.”
“Había jurado hacerlo con el próximo que volviera a pasarme un billete de lotería por la joroba.”
“La maté por no darle un disgusto.”
“Lo maté porque no pude acordarme de cómo se llamaba. Usted no ha sido nunca subjefe de Ceremonial, en funciones de Jefe. Y el presidente a mi lado, y aquel tipo en fila, avanzando, avanzando...”
“Lo maté porque me lo dijo mi mamá.”
¡En el libro hay más y mejores! Corran a leerlo y, gentes de Vinaroz, no se lo tengan en cuenta al bueno de Max. 

25 de septiembre de 2011

Enanos y sabrosos

Están ahí, en las entradas de las librerías. Son pequeños, son hermosos, como píldoras de felicidad. Cuestan entre 8 y 15 euros y dicen “CÓMEME, serás más sabio, más guay, y no te va a doler porque sólo tengo 40 páginas”. 

Porque sí, porque el tamaño importa. Yo, que siempre he defendido que la dimensión de un libro es algo tan importante como todo lo demás, quería reparar en el fenómeno baby-book, esos libritos en formato pequeño tirando a diminuto que se arremolinan en torno a las cajas de las librerías como si el mostrador fuese una guardería. Se trata por lo general de relatos o novelas menores de autores consagrados (casi todos la diñaron hace ya un tiempo), pero también hay poesía, ensayo, y algún autor actual. Nótese que no son ediciones de bolsillo (ya he dicho que eran libros bonitos), sino ediciones normales "enanizadas". No son pocas las editoriales que abandonan puntualmente su formato habitual para publicar uno de estos minilibros, aunque algunas de ellas han hecho del formato reducido su marca y su bandera, como Minúscula o Periférica, para publicar estupendas novelas. Mi duda está en si estas pequeñas dosis de literatura, por buena y nutritiva que sea, son capaces de satisfacer al lector hambriento y que no anda sobrado de euros. ¿Suelta de buena gana el mileurista de a pie sus 15 machacantes para adquirir uno de estos bellos y sabrosos aperitivos? 


12 de septiembre de 2011

Lecturas veraniegas II

El verano es una estación estupenda para leer, pero también para no hacerlo. Mis vacaciones este año no han brillado por sus lecturas, cierto, pero no por ello hay que dejar de comprar libros ni de celebrar que hay gente dispuesta a pegar el culo a una silla durante largas horas para escribir cosas estupendas. Por eso, tiraré de archivo para hablar de Helena o el mar de verano (Acantilado), novela que habla del ídem como habrán notado los más perspicaces. Pero no de los 30 grados a la sombra ni de los paquetes turísticos ni de las huelgas de controladores, no. Se trata del verano suave e interminable de la infancia, en el que tantas cosas ocurren por primera vez y en el que todo deja una huella imborrable. El verano con chaquetita del norte y de las comilonas en la playa, de las terribles revelaciones y del primer amor. El verano que MOLA.


Julián Ayesta pasó esos veranos decisivos previos a la guerra civil en Asturias, en  el seno de una familia acomodada y bienpensante, y todo ese caldillo, incluida la represión moral y religiosa, está presente así como sin querer en este relato íntimo y brillante que data de 1952, y que reproduce de forma luminosa esa compleja trama de sensaciones e imágenes de la infancia, con momentos de felicidad fulgurante y de tristeza absoluta, pura intensidad con sabor a mar y olor a sidra. Así que corran a leerlo aquellos que hayan sido niños alguna vez y hayan oído al sol roncar sobre los manzanos.

3 de septiembre de 2011

Trenes rigurosamente vigilados

Rápidamente me di cuenta de que nada en este verano iba salir según lo previsto, así que alteré todos los planes y en lugar de Proust opté por la pila de números atrasados del ¡Hola!. Y en esas andaba hasta que, vía Maite, llegó a mis manos una pequeña alegría llamada Trenes rigurosamente vigilados. Novelita poeticómica y con tintes surrealistas a la centroeuropea en la que el joven Milos, controlador de trenes en la Chequia ocupada por los nazis, nos cuenta sus esfuerzos por convertirse en un hombre de verdad.



 Además de trenes, también encontraremos en esta novela héroes, nieve, palomas, dolor y mujeres de nombres sugerentes y cálidos como la telegrafista Zdenka, que en una noche de poco trabajo se dejó estampar los sellos de la estación en el culo con gran revuelo de las autoridades.  En otro orden de cosas, ¿he dicho ya que la novela era corta? Es una cualidad que encuentro francamente estupenda tanto en libros como en películas, y más en verano. En el primer caso, permite transportar el libro cómodamente y leerlo en cualquier postura, y en el segundo, permite no morir congelado en un cine... lo cual me recuerda que la primera vez que oí hablar de Trenes rigurosamente vigilados fue por la película, que un amigo me puso por las nubes. La cinta, también checa y rodada en un nostálgico blanco y negro, ganó un Oscar a la mejor película extranjera en el año 1968. Y me quedo yo pensando en cuántas pelis conocidas (o  menos conocidas pero que han tenido sus minutillos de gloria) se han basado en estupendas novelas que están  perfectamente  olvidadas y desaparecidas de las librerías...


6 de agosto de 2011

El hijo del rabino


Se llama Ibn Al Rabin. Lo conocí en ese paraíso del comer y el  beber que es el festival de novela negra de Frontignan, donde entre vino blanco, ostras y mejillones a la brasa, el cómic tiene su merecido y justo protagonismo. Él era uno de los invitados de la edición de este año y nos esperábamos a alguien de aspecto tirando a moruno, claro. 

Pero resulta que Ibn Al Rabin (que Alá le dé muchos éxitos) es rubio y suizo, y ahora que lo pienso, su nombre va en la línea de sus historias, que juegan a la sorpresa y al despiste, a dar una vuelta de tuerca a objetos, a clichés y a situaciones cotidianas. La otra bandera de Ibn Al Rabin es la economía de medios. Blanco y negro, casi siempre, y trazo minimalista para historietas que se sostienen en la pasmosa expresividad de unos "monigotes" ultraesquemáticos. Simpleza absoluta para historias bastante retorcidas.
"Mamá es posesiva", 1ª parte


Éditions Atrabile acaba de publicar un volumen recopilando toda su trayectoria con el  título de Timides tentatives de finir tous nus (Tímidos intentos de acabar todos desnudos), toda una alegre declaración de principios de este polifacético, prolífico y atípico contador de historias.


12 de julio de 2011

Lecturas veraniegas I

El calor, la playa, el Tour de Francia. Todo absolutamente incita a la posición horizontal. ¿Y qué mejor que un libro para completar tan agradable postura? Desde hace unos años, aprovecho que la vida se ralentiza en verano para meterle mano a algún clásico, un libraco de esos que siempre he tenido ganas de leer, pero no tantas como para vencer la pereza que me produce su extensión (en general rehuyo los libros gordos y las películas largas). 

Este año, habiendo ya alcanzado una edad respetable, creo, sí, que ha llegado el momento de enfrentar la realidad cara a cara. Creo, sí, que ha llegado el momento DE LEER A PROUST. 


10 de julio de 2011

El gran Blutch

El pequeño Christian (Norma Editorial, 2011) es un chaval que vive felizmente en esa patria de la infancia que parece eterna, habitada por los amigos del cole, las pelis de Estifmacuín, los tebeos y los caubois. En el mundo de Christian las niñas son un planeta muy, muy lejano y muy extraño, hasta que se enamora de una de ellas y comienza el inevitable principio del fin.  




Feliz descubrimiento el de Blutch, autor ya consagrado en Francia (Gran Premio de Angoulême 2009) y que me ha enamorado con esta divertidísima revisión de sus héroes infantiles y de su entrada en la pubertad. La última página del libro me parece un colofón brillante y uno de los mejores resúmenes jamás hechos sobre los últimos estertores de la infancia: un Christian borde y desmañado sube por las escaleras dándose ínfulas y contestando a su madre, pero en cuanto llega a su habitación corre a refugiarse en un tebeo de Mickey Mouse. Escondidos en un armario, el Pato Donald y otros excompinches guardan silencio, acojonados por el final que les espera. 



5 de julio de 2011

Solarízense conmigo

Vaya con el Señor Lem. Vaya con el océano omnipotente. Vaya con la ciencia solarística. Vaya con las simetríadas, con los mimoides, con los raudos. Vaya con esta novela que, por supuesto, es mucho más que ciencia ficción.

Ingeniosa, filosófica, intrigante, terrorífica a ratos, el aventurado lector descubrirá, como bien dice Jesús Palacios (prologuista de la reciente edición de Impedimenta), que en las páginas de Solaris hay monstruos... monstruos que quizá animen las pesadillas de los lectores supervivientes.

Primera traducción directamente del polaco, por Joanna Orchezowska

1 de julio de 2011

Cosas que los editores deberíamos saber

Todavía tengo el corazón encogido tras leer este testimonio de cómo todo puede salir mal, y a pesar de ello, seguir creyendo en algo. Bien por Mark Everett, cantante y alma de Eels, que ha compuesto un estupendo y absorbente relato, áspero y luminoso como la vida misma,  sobre cómo ser fiel a uno mismo en medio de una serie realmente increíble de putadas. Y todo ello a base de sinceridad brutal, mucha, y poquita pretensión. 

¿Estás depre? Este libro te enseña que todo puede ir peor, ¡por sólo 21€, oiga!

Y bien por Blackie books, la editorial más cool del momento y niña bonita de las librerías, que consigue reunir en su catálogo sin despeinarse a Jardiel Poncela, el humor judío de Lamentaciones de un prepucio, la psicodelia de En azúcar de sandía, el surrealismo desparramado de Ultraviolencia, la biografía deprimente de una estrella del rock metida a gurú de autoayuda y otras cositas igualmente dispares. Todo eso es Blackie Books,  un batiburrillo de cultura pop exquisitamente diseñada y encuadernada en tapa dura; pero también es algo más, ese nosequé que todos les envidiamos y que hace que se pasen por el forro lo de tener una línea editorial al uso. Está claro que no les hace falta, ¡felicidades!

29 de junio de 2011

Amores que duran para siempre

Una de las joyas de mi biblioteca es este librito de la editorial Lumen. Me lo regalaron cuando tenía 8 o 9 años, y ahí comenzó una de las historias de amor más duraderas que he tenido.



El cuento nos presenta a los Otis, una simpática familia de ricachones estadounidenses que decide comprar el castillo de Canterville con fantasma incluido a un aristócrata inglés. Y aquí comienza la historia y el via crucis del pobre fantasama, un ectoplasma temido y respetado hasta el momento pero totalmente ninguneado por los nuevos habitantes del castillo, pragmáticos yankis ellos.

¿Ruido de cadenas en la noche? ¡Un poco de lubricante Sol Naciente y listo!

De Wilde poco puedo decir. El texto es una delicia, una perlita de humor y elegancia con esa fina ironía que dispara por igual a los aristócratas ingleses que a los advenedizos norteamericanos (quizá, un poco más a los últimos). Lo he releído mil veces y siempre me vuelvo a partir de risa. -En eso consiste ser un clásico, ¿no?-dirán. Pues sí, pero debo añadir que este libro no me habría acompañado en todas mis mudanzas de no ser por las magníficas ilustraciones de Oski, el encargado de inmortalizar al fantasma y a los Otis con la misma dosis de ternura y de ridiculez con que los concibió su autor, y cuyos dibujos siguen tan vivos o más que los personajes de Wilde. 


-Querido Hiram, ¿qué podemos hacer con una mujer que se desmaya? -Descontárselo del sueldo, verás como no vuelve a desmayarse.


Oscar Conti, más conocido como Oski (Buenos Aires, 1914-1979) fue un ilustrador y humorista trotamundos que vivió y trabajó entre América y Europa. En 1975 recaló en Barcelona huyendo del clima político de su país y nos dejó esta joyita pocos años antes de morir. Cuando fui a Argentina me llevé un buen chasco en la espectacular librería El Ateneo de Buenos Aires -el chaval que me atendió no tenía ni pajolera idea de quién era Oski-, pero luego he sabido que sí es muy conocido entre los más mayores por sus publicaciones en las revistas de la época, y que ha tenido un gran peso en los humoristas gráficos argentinos de generaciones posteriores como Fontanarrosa,  Copi o Quino.

Así que, valga este post como un homenaje a este tremendo dibujante que definía el humor como "una canallada que se basa en el dolor, la tristeza y el ridículo", y aprovecho para lanzar una pregunta al aire en este momento en que tantos clásicos se rescatan, se retraducen, se reilustran, se refríen y se reinventan. ¿POR QUÉ ESTA MARAVILLA NO SE VUELVE A PUBLICAR?


21 de junio de 2011

¿A qué huelen las cosas que no huelen?

Sí, me gusta leer. Uno de los principales motivos por los que no veo el fútbol. Hay muchos libros, demasiados, y sólo dos ojos y dos manos, así que no hay tiempo que perder.

Pero, ay amigos, qué dilema. El mercado presiona, y casi empiezo a sentirme como un dinosaurio por no ser todavía una lectora digital de pro.  El e-book llega lentamente, pero parece que llegará para quedarse, junto con una nueva manera de entender la lectura. En esta fase del “quién da más”, encontramos propuestas estupendas, aunque en otros casos los intentos para que la lectura electrónica se parezca a lo que no es dan un poco de penita, como estos ambientadores para e-book con olor a libro (olor a libro de papel, claro está).

Dirigiéndome a una librería de toda la vida a por lectura veraniega


5 de junio de 2011

Una de piratas


Ana a veces tiene buenas ideas, y no sólo eso, sino que sabe vendértelas. Ando yo tristona estos días, y ella apareció para tentarme: “va, venga, vente a casa a ver una peli”. Silencio. “Va, venga, una de Hitchcock”. Empiezo a dudar. “Va, venga, una de Hitchcock y piratas”. Ahí me rindo, hay que reconocer que suena apetecible. Así que hago caso a Ana y me dispongo a ver qué nos cuenta el bueno de Alfred en la última película que filmó en su Inglaterra natal, La Posada de Jamaica (1939). ¿Y qué me encuentro? Pocos piratas y mucho Hitchcock, el inconfundible, bordeando el género de aventuras pero fiel a lo que nos tiene acostumbrados, véase una trama ágil, mala leche, humor negro, y una mujer de belleza apabullante, Maureen O’Hara, haciendo una vez más de irlandesa indomable.


El GRAN Charles Laughton interpreta a Sir Humphrey, un gobernador megalómano que da los chivatazos al jefe de los piratas sobre los barcos más suculentos. No solo es malo, sino que está como una cabra. He de decir que a la heroína, la despampanante Maureen O'Hara, no le hace mucha justicia el galán que le tocó en el reparto, Robert Newton, personaje un tanto deslucido por, entre otras cosas, su flagrante parecido con Harpo Marx, y si no juzguen ustedes la siguiente fotografía. ¿No lo están viendo con una peluca de rizos y una bocina?. En cuanto a  los secundarios, mención especial para el mayordomo, Chadwick, y ya tenemos todos los ingredientes para pasar un rato agradable.

Corre, Maureen, que no noten que me parezco a Harpo Marx


He leído por ahí que La posada de Jamaica está considerada por los expertos como una de las peores películas del maestro del suspense. Para nosotros, gente sin criterio, se trata de una entretenidísima peli de San Alfred Hitchcock, que Dios lo tenga en su gloria rodeado de rubias gélidas. Que la disfruten.

4 de junio de 2011

El Gran Mal


Ya había tenido la suerte de leer a David B. Cosas tan estupendas como La lectura de las ruinas o la serie Los caminos oscuros (Norma Editorial), álbumes a todo color que hablan de la guerra, de los fantasmas y de la locura desde la peculiar visión de su autor. Pero ay, amigos, La ascensión del gran mal es otra cosa, es pura emoción en blanco y negro. 

David B. se arma con su ejército de guerreros y fantasmas para contarnos una historia familiar, la suya, consistente en la ascensión de todos sus miembros a la montaña de la enfermedad,  la epilepsia  de Jean Christophe, el hermano mayor. El resultado es un libro vivo, donde cada viñeta es una batalla y cada página una guerra, con el dolor y la catarsis de su autor latiendo y respirando como un personaje más. ¿Me dejo algo? Sí, que es entretenido, sorprendente, desnudo, apabullante, épico y desgarrador. 

La edición integral, publicada en 2009 por Sins Entido, recopila los seis álbumes originales editados en Francia entre 1996 y 2003. El aluvión de premios y de reconocimientos ha situado a David B. en el olimpo de la novela gráfica, y no es para menos. Y si no, vayan a su librería de cabecera, abran una página cualquiera y juzguen ustedes mismos.