13 de mayo de 2014

Suite francesa


Hoy escribo de esta novela porque me pareció extraordinaria y porque me la recomendó mi tía Pili. Valga esta pequeña reseña como homenaje a una gran mujer, lectora apasionada y fumadora de pitillos mentolados en sus ratos libres.  

Comenzaré por decir que, a pesar de ser un tocho, es una obra inacabada. Pensada inicialmente en 5 volúmenes, la autora sólo pudo completar las dos primeras partes de su faraónico proyecto sobre la Francia ocupada por los nazis. Explicar por qué es destripar el cuento y meterse de lleno en la historia real, esa que siempre supera la ficción, pero en algún momento habrá que contar que Irène, francesa de origen ucraniano, fue delatada en plena redacción de la novela por su origen judío y enviada un campo de concentración. Cuesta creer que una fugitiva concibiese semejante pasatiempo entre escondite y escondite, pero seguramente las terribles circunstancias hicieron  de esta novela lo que es, un relato alucinante sobre los días previos a la toma de París, negro como él solo, y que pone a las gentes de bien de La France, esos que la entregaron, a caer de un burro. No es para menos.
Salamandra, 2007
 Solo las hijas de Irène se salvaron. Su marido, antes de emprender a su vez el camino a Auswitz, le confió a una de las niñas una maleta con pertenencias de la madre, que la niña guardó obediente junto con las esperanzas de que su propietaria volviera. En los años 80, cuando la esperanza ya no tenía sentido, la maleta se abrió y ahí estaba el viejo cuaderno de mamá, atestado de garabatos microscópicos. ¿Quién se iba a imaginar que iba a salir de ahí el acontecimiento editorial de la década?
Irène Némirovsky, escritora de éxito modesto antes de la guerra, sorprendió a todos con novelón apasionante y recibió a título póstumo el prestigioso premio Renaudot. Sus hijas siguen sin entender por qué pudiendo haberse salvado prefirió seguir escribiendo a escondidas, cerca de sus verdugos.

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